medidores de paciencia
Con la llegada de las altas temperaturas, parece que nuestro diario quehacer debe ir acompañado de un paso mucho más pausado que el habitual.
Hace unos días el famoso reventón de Paraiso, del que todavía sufrimos sus secuelas.
A las pésimas frecuencias del trasporte público, tuve que sumar la otra tarde, las angustiosas colas en las taquillas de los autobuses. En las que sólo te refrescas por el hueco que sale en la ventanilla al comprar el billete.
Si tienes prisa y tomas un taxi; la amenaza del punto negativo ralentiza casi tanto como las zanjas abiertas.
No salgo de casa.
Son las tres y media, ha comido algo y tengo fotos que repasar... noto que el ordenador también se revela. Se lo comento a un amigo, pues sí también se ha aliado contra mí. El también quiere refrigeración o sino no trabaja...
Otra tarde más o menos perdida.
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