Blogia
MELENDO FOTOGRAFIA

Jaca, primer viernes de mayo

Sobre el año 758 las tropas musulmanas intentaron conquistar la ciudad de Jaca en un episodio más de la conquista global de la península Ibérica.

En el amanecer del primer viernes de Mayo de aquel año se libró una gran batalla en las afueras de la ciudad, en la que un reducido ejercito cristiano se enfrentó a miles de musulmanes. Los jacetanos, dirigidos por el conde visigodo Aznar Galíndez, aguantaron el tipo con escasísimos medios y un valor épico.

Al mediodía, cuando todo hacía presagiar lo peor, las mujeres jacetanas, que aguardaban en sus casas, decidieron acudir al campo de batalla armadas tan sólo con sus utensilios domésticos. El reflejo de los rayos del sol sobre sus rudimentarias herramientas y las hojas de boj que les cubrían provocaron el pánico en el rival. Los moros creyeron ver a lo lejos la llegada de nuevos ejércitos cristianos y huyeron.

El regreso a Jaca se convirtió en una fiesta. Portando las cuatro cabezas de los jefes del ejercito moro, los jacetanos celebraron la victoria y su libertad.

Desde entonces, cada primer viernes de Mayo la ciudad revive el acontecimiento y cientos de ciudadanos se visten con trajes de la época para participar en un desfile multitudinario.

En la fiesta conviven la realidad y la leyenda sin saber bien a que ceñirse en cada episodio. Alfonso X "El Sabio" recogía el suceso en el IV Libro de su "Grande y General Historia", aunque no contribuía a disolver las dudas sobre la fecha exacta en que se produjo.

La leyenda habla de un ejercito moro compuesto por noventa mil hombres, cifra que resulta del todo desproporcionada en relación con la población musulmana asentada en España en aquella época. Tampoco parece creíble que más de mil jacetanos participasen en la batalla cuando apenas se contabilizaban doscientos fuegos hogareños en la ciudad.

El cancionero popular prefirió, sin embargo, la parte más contundente de la leyenda. El coplero Luis Sanz cantó:

"Diez mil moros murieron
en el combate breve,
el jacetano tuvo un sólo
herido... y leve"

La figura central de la fiesta es el conde Aznar Galíndez, un noble visigodo que gobernó los valles de Hecho y Canfranc con el reconocimiento de Carlomagno.
Tuvo que poner a prueba su capacidad de gobernante para lograr defender la codiciada plaza de Jaca. Su mayor logro fue que los jacetanos le secundaran en la batalla ante el moro invasor.

Jaca conmemora la gesta de sus antepasados desde hace varios siglos. En el siglo X se levantó la Ermita de la Victoria en el lugar donde supuestamente se libró la batalla. (Hoy, paradójicamente, es el cementerio de la ciudad). 
Desde entonces, los jacetanos bajan cada mañana del primer viernes de Mayo a este paraje y sustituyen las lanzas, las espadas y los escudos con los que lucharon sus antepasados por un buen almuerzo compuesto de migas, chorizo, costillas y, por supuesto, todo regado con vino de la tierra.

Después, siguiendo fielmente los pasos de las hueste del Conde Aznar, todos regresan a Jaca para vivir el momento más intenso. Cerca de dos mil jacetanos participan en el desfile de la victoria. Las escuadras de Labradores y los Artesanos aglutinan al mayor número de escuadristas. Son, también, el mejor reflejo del grado de implicación que tuvo la población civil en el ejercito del Conde Aznar.

A lo largo de los siglos, la fiesta se ha mantenido con desigual interés en la población. En 1898 cuentan las crónicas que los jacetanos mostraron "una alegría ficticia que oculta la amargura del espíritu" como consecuencia del reciente desastre de Cuba. Seis años antes se cambió por primera vez y única en la historia el recorrido y se evitó la calle Mayor. La principal arteria de la ciudad estaba abierta con zanjas para el nuevo alcantarillado y se accedió a la Catedral desde la antigua Puerta de Santa Orosia, frente a la Ciudadela.

Con la llegada de la II República el 14 de Abril de 1931, el nuevo Ayuntamiento decidió suprimir la conmemoración oficial y destinó el dinero de la pólvora, las escuadras de mozos, la torta y otros gastos a los pobres y el Asilo de Ancianos. En 1935, con el concejo de centro-derecha, se recuperó la tradición pero se volvió a suprimir al año siguiente hasta 1942.
Pero el caso más curioso se produjo en 1910. El Ayuntamiento decidió retrasar la fiesta al segundo viernes del mes para que no coincidiera con la tradicional feria de ganado. La iniciativa, evidentemente, no perduró. 

Desde mediada la década de los 50 se incorpora a la fiesta el Himno del Primer Viernes de Mayo, compuesto por Eugenio Villacampa y José Luis Ortega Monasterio. Se convierte rápidamente en seña de identidad de la ciudad y, como en tantos otros casos, su calado popular es mayor al del Himno oficial de Jaca.


1 comentario

Sandra -

Vaya fotos!!!! parece que estemos allí, captan el movimiento y el sentimiento en cada una de ellas...

No se si lo sabras pero hay una iniciativa en Heraldo, para mostrar el sxx a través de la fotografía:
http://www.heraldo.es/especiales/sigloxx/
También están en Facebook.

Te animó a que participes.