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presentación "Balas y caricias" de José González de la Cruz

El mismo viernes 9 en la sala ámbito cultural del Corte Ingles se presentó "Balas y caricias" de José Gonzalez de la Cruz; copio aquí la crónoca de Juan Bolea, que le acompañó en el acto:


Durante muchos años me he preguntado qué sería un novelista. Si un ser privilegiado por una pulsión superior del lenguaje, si un artista genético, si un utópico o soñador... Hasta que, poco a poco, a medida que iba conociendo a los más famosos, en sus rarezas y quejas, en sus demandas y visiones, llegué a la siguiente conclusión: un novelista es un tipo normal, sólo que él no lo sabe.

Aunque también, en sentido contrario, se da otra variante: la de aquel tipo normal que no sabe que es un novelista.

Caso, por ejemplo, de José González de la Cruz.

Un escritor madrileño, pero aragonés de residencia y adopción, que acaba de debutar en el mundo de la narrativa con una obra muy elaborada en su concepción y lenguaje: Balas y caricias.

Hasta donde yo sé, la novela iba a titularse, en un principio, Cartas de Teruel, un título quizá menos comercial, pero más explícito en cuanto a la trama. Que transcurre, en efecto, en plena guerra civil, y en medio de aquel infierno de hielo y de fuego, de balas y mortales carantoñas que debió ser el frente turolense hacia el mes de febrero del año 1938.

La novela está escrita con un lenguaje rico y musical, con un fraseo largo, cadencioso, y con un estilo barroco. Figuras e imágenes se multiplican en torno a la acción, enriqueciéndola a menudo, dispersándola, en ocasiones, pero también esforzándose por mantener una línea narrativa apta para la comprensión del lector. González de la Cruz utiliza sus recursos técnicos, que son variados, en crear sensaciones intensas derivadas de la guerra, del amor de campaña, de la esperanza y del miedo.


Esperancita, precisamente, Esperanza del Mar se llamará una de sus heroínas, quizá el personaje central del relato, y la que nos sirve como hilo conductor. Al principio del libro, ella recordará a su marido, a Leopoldo María de la Cruz y Amberes, que se quitó la vida de un escopetazo en la cabeza después de haber destripado en el establo de su casa a su hija Aurorita con postas de jabalíes, buscando con ese acto homicida lavar el honor de la familia, perdido por los amores zoofílicos de la chiquilla con un perro mastín. Todo --menos la muerte del padre--, será, sin embargo, una burla, una broma infantil, y un bucle narrativo para enlazar con el pasado.

Con el futuro, en cambio, con la muerte, acabará por enlazar la propia Esperanza, cuyo final es descrito así por la pluma ácida e irónica de José González de la Cruz: "La Esperancita expiró después de eructar levemente y de soltar dos ventosidades atroces como dos truenos con los que espantó definitivamente el último resuello de vida que le quedaba. Murió convencida de que el mundo es una comedia de esperpento con más actores principales que figurantes. Se acabó tranquila, como si en ese instante último hubiera reunido toda la calma que le faltó en la vida"

Una novela, Balas y caricias, meritoria en el uso del lenguaje, paródica en cuanto a los mitos españoles contemporáneos, original en su tratamiento de la guerra civil y entretenida a través de sus cervantinos episodios. Lo mejor y lo peor del ser humano, pero sobre todo su fragilidad, se dan la mano en estas páginas. Un excelente debut

1 comentario

Javier -

¡Peaso de artista!

Gracias chiquitín.